Parece mentira que metidos ya en la segunda década de este siglo XXI aparezcan en boca de responsables de distintas administraciones educativas comentarios que cuestionan los intentos de innovación de las escuelas, tildando en algunos casos de románticas las aportaciones de los grandes pedagogos del siglo pasado o menospreciando, en otros, sus propuestas de cambio bajo el calificativo de los errores o fracasos de la “pedagogía activa”. Estas posiciones no solo son repudiables por su ignorancia, sino por sus consecuencias al impedir que el sistema educativo se adecue, por un lado, a las …
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