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La escuela que aprende

Morata. Madrid. 2000

Lo atractivo del título se justifica en un amplio exordio para ciudadanos críticos en el que el autor afirma que si un centro educativo se cierra a las interrogaciones y al aprendizaje, y se asienta sobre las rutinas, repetirá inevitablemente los mismos errores: “Si nos entregamos a la inercia, es posible que estemos navegando a la deriva o, lo que es más grave, hacia el abismo” […]. “Las escuelas tienen que aprender”; y más adelante: “La escuela tiene, pues, que enseñar”. Propone hacer un metacurrículum para la escuela que comprenda los aprendizajes evaluadores…

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