Empezaré este artículo relatando una anécdota personal, quizás insignificante, pero que me parece ilustrativa. Un cuarto de siglo atrás, más o menos, entrenaba yo los equipos deportivos de un colegio donde se impartía la EGB. Ese día nos habíamos alargado un poco más de lo habitual; eran las siete de la tarde de un día laborable de primavera en el Maresme. Compareció entonces el padre de una de mis deportistas, visiblemente enfadado. Venía a recoger a su hija de catorce años. Tenía que irse a casa, a ayudar, porque “a mí la gimnasia no me dará de comer”. Interiormente pens…